viernes, 12 de diciembre de 2008

El ali(m)ento de Carson

Leer a Carson McCuller si eres mujer es comprender muchos aspectos ocultos de una misma en la preadolescencia.
En Frankie y la boda la voz de una niña de 12 años en la frontera de la adultez. En la segunda parte empieza a entrar en el mundo adulto, cambiando de nombre y la que antes era Frankie (que a pesar de la edad ya ha tenido esa experiencia oscura del sexo, eso sí, velado en el texto) se desdobla en F. Jasmine y dialoga con la otra que era/es la propia protagonista. Como la magdalena sirvió a Proust para retrotraerse a un periodo de la infancia de su protagonista-narrador, el sabor amargo de la cerveza bebida por F. Jasmine con un soldado (pág. 454), sirve a la narradora para hacer que su personaje deguste el sabor amargo de la vida adulta. F. Jasmine o Frankie roza el peligro constantemente sin tener conciencia de ello. Un impulso inconsciente la pone al lado de un soldado que representa el lado oscuro de la madurez y la masculinidad. Porque ella no sabe que ama otra cosa pero siente la pasión de conocer y no sabe cómo.
La repetición de sus proyectos futuros (p. 451) le quitan el sentido de los mismos y la pérdida de sentido la sitúan en un presente continuo que es la obsesión que tiene F. por la boda de su hermano. Esta obsesión no es otra que la fijación y el enamoramiento que ha sentido por el propio amor representado en la pareja de su hermano y su novia y la atracción a primera vista que siente por la novia de su hermano...

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