sábado, 30 de octubre de 2010

Vuelve el hombre... pero se había ido alguna vez?

Después de nuestro encuentro del 27: artículo aparecido el 29/10/2010 en El país titulado "Vuelve el hombre" de Fernando Vallespín:

"En efecto, llevaban razón quienes pensaban que este país estaba viviendo por encima de sus posibilidades. Y no estoy hablando de economía, estoy hablando de igualdad, de igualdad de género. Nos creímos que nuestro machismo atávico ya era parte del pasado con tanta ministra, una vicepresidenta primera y rompedoras políticas de igualdad. Han bastado un par de cambios en el Gobierno, el cese de la vicepresidenta De la Vega y la eliminación de dos ministras para que volvieran las esencias patrias. La superestructura tan bienintencionadamente construida por Zapatero se ha acabado desvelando como tal, como un acto de quijotismo en un país de sanchopanzas machistas. No porque el Gobierno vaya a cambiar su enfoque favorable a la mujer, sino por el ruido y las reacciones que ha generado un mínimo cambio de fichas en la estructura de poder. Era la señal que la horda masculina de nuestro país, siempre dominante, por supuesto, estaba esperando para volver a lo de siempre. Y no piensen que me estoy refiriendo solo a la derecha, que nunca disimuló su antipatía por las "ministras del Vogue"; me refiero también a la izquierda, que no esconde su entusiasmo por tener al fin un Gobierno […]
El golpe de timón, y en esto coinciden unos y otros, derecha y mucha izquierda, era imprescindible, entre otras cosas, porque "¡ya estaba bien de frivolidades!". La seriedad, señores, va asociada al poder masculino. Solo él nos puede sacar del fango de la crisis económica y puede proyectar la imagen adecuada para tiempos en los que hay que zafarse de "debilidades" y abordar la lucha final de la legislatura en condiciones agónicas. Ahora hay que "comunicar" que se es fuerte, hay que echarle un par. ¿Y quién mejor para ello que quienes están dotados por la naturaleza para hacerlo? La política, esto es lo que se destila subrepticiamente de la recepción de la noticia del cambio de Gobierno, exige concentrarse en lo esencial cuando las cosas vienen mal dadas. Lo prioritario ahora es pasar al cuerpo a cuerpo, a una batalla de bayonetas y con toda la caballería; desprenderse de lo superfluo, de lo que adorna pero no suma, como el Ministerio de Igualdad.

Si en lo económico nos habíamos creído que éramos como los países centrales de Europa, también pensamos que en cuestiones de género éramos Escandinavia. La Suecia del sur. No cabe duda de que hemos avanzado enormemente a este respecto, de que la mujer está hoy en España muy por encima del varón en algunas variables importantes, como titulaciones universitarias y presencia en algunos de los cuerpos de élite de la Administración, aunque encalle en los altos cargos directivos de las empresas y siga chocando contra el casi inevitable techo de cristal. Pero lo que no se ha logrado hasta ahora es exorcizar al macho irredimible de nuestro inconsciente colectivo. Ahí sigue, agazapado, esperando la menor ocasión para hacerse presente. Y esa ocasión al fin ha llegado después de tan larga represión. Se alegará que, después de todo, sigue habiendo una mujer en el ministerio que hoy es el más importante, el de Economía. Pero no olviden que siempre se dijo que estaba ahí para que Zapatero pudiera hacer y deshacer a sus anchas, no como con Solbes. O sea, la imagen de la mujer subordinada. Se dice también que se mantiene la cuota femenina en el Gobierno, pero muchos creen que es solamente por eso, para "vestirlo", no por méritos propios. Es decir, la imagen de la mujer florero. Hay quien puede pensar que el PP al menos se atreve con una mujer, Soraya Sáenz de Santamaría, para enfrentarse en el Parlamento al sabio comunicador Rubalcaba, que mata con elegancia. Pero ya vieron en su estreno del miércoles que su partido no se acababa de fiar y le cubrieron bien las espaldas con lo más granado y masculino de su partido. Dos verdaderos perros de presa, Ignacio Gil-Lázaro y Rafael Hernando. La imagen de la mujer como insegura y no fiable. Y, en fin, ahí están las rancias y rijosas declaraciones del alcalde de Valladolid; la mujer como objeto sexual del hombre.

Subordinadas, floreros, inseguras, volubles, objetos del deseo... De modo consciente o inconsciente siguen funcionando los estereotipos, que se trasladan con facilidad al espacio de la política. Con el agravante en este caso de que a aquellos que osamos elevar la voz en su defensa enseguida se nos tapa la boca acusándonos de ceder ante lo políticamente correcto, como si lo normal, lo correcto de verdad, fuera tener que pensar en la línea de lo dominante."

jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa, el escribidor

La siempre rosa Corín Tellado le dijo a Cabrera Infante durante la visita de éste a la escritora que Vargas Llosa era mejor parecido que él (eso lo contó el propio Cabrera con todo el humor y la gracia que le caracterizaba). La autora de novela rosa había quedado impresionada, al parecer, por la simpatía y apostura del escritor peruano cuando lo recibió en su casa. Tenía mucha razón, Mario Vargas Llosa no sólo es uno de los escritores contemporáneos más atractivos (y perdóneseme lo "rosa" por una vez :-()) sino una de las grandes cimas de la literatura en nuestra lengua, ya es un tópico, lo sé, pero hay que decirlo. Con su obra, a mí también me pasa como a otros (y lo pongo en masculino porque me estoy refiriendo a hombres) que la que más me gusta es la considerada "menor" (como si fuera posible considerar aceptar todavía esta categoría siempre tan mal traída). Por azares diversos, lo primero que leí de Vargas Llosa fue la novela La tía Julia y el escribidor y la impresión que me causó ese malabarismo con la propia biografía, ese modo tan divertido de contar una historia ¡que además era auténtica! alteró mi material genético literario para siempre. Por entonces, yo no pensaba nada en la estructura de las novelas, sabía que algo era literatura por la experiencia directa, cuando una obra me abducía por completo. Era puro placer lo que buscaba y muchísimas veces lo obtenía. Por entonces, ni siquiera advertía la apostura del señor Vargas Llosa, la imagen de los escritores no me importaba en absoluto, era un icono que conectaba con otra cosa, tal era la abstracción en la que entraba con la lectura. La tía Julia... por supuesto no necesitaba cara ni voz, aparte de la narrativa. Más adelante sí tendría la oportunidad de ver al escritor, y de oírlo en numerosas ocasiones, a menudo entrevistado en la tele, entonces, no hace tanto, cuando la tele era también una posibilidad de relacionarse con la cultura... También he conocido intimidades de ésas que cuentan por ahí amigos y conocidos del Vargas Llosa, y también he sabido que tiene un fuerte carácter y muy mal humor en ocasiones. También eso me gusta. Me parece muy bien. Y por eso, porque me gusta oírlo hablar, a pesar de que muchas veces no estoy de acuerdo con ciertas posturas suyas, experimentar su brillantez verbal, celebro tanto esta ocasión espléndida para nuestra literatura, este Premio Nobel a su trayectoria literaria que me permite refrescar no sólo su rostro, su forma amable y sonriente, sino también sus libros que acabo de colocar en los entrepaños de mi mesa de trabajo y en los anaqueles de mi librería más cercanos a ella: La ciudad y los perros, La casa verde, Los cachorros, Conversación en La catedral, Pantaleón y las visitadoras, La guerra del fin del mundo, El hablador, Elogio de la madrastra, Travesuras de la niña mala, Lituma en los Andes, Los cuadernos de Don Rigoberto, La fiesta del chivo, La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary, La verdad de las mentiras... Desde aquí le doy la enhorabuena al escritor y las gracias por su pasión perpetua.

Un fragmento de La tía Julia y el escribidor:

"Me sorprendió mucho que la tía Julia, pese a ser boliviana y vivir en La Paz, no hubiera oído hablar nunca de Pedro Camacho. Pero ella me aclaró que jamás había escuchado una radionovela, ni puesto los pies en un teatro desde que interpretó la Danza de las Horas, en el papel de Crepúsculo, el año que terminó el colegio donde las monjas irlandesas ("No te atrevas a preguntarme cuántos años hace de eso, Marito"). Íbamos caminando desde la casa del tío Lucho, al final de la avenida Armendáriz, hacia el cine Barranco. Me había impuesto la invitación ella misma, ese mediodía, de la manera más artera. Era el jueves siguiente a su llegada, y aunque la perspectiva de ser otra vez víctima de los chistes bolivianos no me hacía gracia, no quise faltar al almuerzo semanal. Tenía la esperanza de no encontrarla, porque la víspera -los miércoles en la noche eran de visita a la tía Gaby- había oído a la tía Hortensia comunicar con el tono de quien está en el secreto de los dioses:

-En su primera semana limeña ha salido cuatro veces y con cuatro galanes diferentes, uno de ellos casado. ¡La divorciada se las trae!

Cuando llegué donde el tío Lucho, luego de El Panamericano de las doce, la encontré precisamente con uno de sus galanes. Sentí el dulce placer de la venganza al entrar a la sala y descubrir sentado junto a ella, mirándola con ojos de conquistador, flamante de ridículo en su traje de otras épocas, su corbata mariposa y su clavel en el ojal, al tío Pancracio, un primo hermano de mi abuela. Había enviudado hacía siglos, caminaba con los pies abiertos marcando las diez y diez y en la familia se comentaban maliciosamente sus visitas porque no tenía reparo en pellizcar a las sirvientas a la vista de todos. Se pintaba el pelo, usaba reloj de bolsillo con leontina plateada y se lo podía ver a diario, en las esquinas del jirón de la Unión, a las seis de la tarde, piropeando a las oficinistas. Al inclinarme a besarla, susurré al oído de la boliviana, con toda la ironía del mundo: "Qué buena conquista, Julita". Ella me guiñó un ojo y asintió. Durante el almuerzo, el tío Pancracio, luego de disertar sobre la música criolla, en la que era un experto -en las celebraciones familiares ofrecía siempre un solo de cajón-, se volvió hacia ella y, relamido como un gato, le contó: "A propósito, los jueves en la noche se reúne la Peña Felipe Pinglo, en La Victoria, el corazón del criollismo. ¿Te gustaría oír un poco de verdadera música peruana?". La tía Julia, sin vacilar un segundo y con una cara de desolación que añadía el insulto a la calumnia, contestó señalándome: 'Fíjate qué lástima. Marito me ha invitado al cine". "Paso a la juventud", se inclinó el tío Pancracio, con espíritu deportivo. Luego, cuando hubo partido, creí que me salvaba pues la tía Olga preguntó: “¿Eso del cine era sólo para librarte del viejo verde?". Pero la tía Julia la rectificó con ímpetu: "Nada de eso, hermana, me muero por ver la del Barranco, es impropia para señoritas". Se volvió hacia mí, que escuchaba cómo se decidía mi destino nocturno, y para tranquilizarme añadió esta exquisita flor: "No te preocupes por la plata, Marito. Yo te invito".

Y ahí estábamos, caminando por la oscura Quebrada de Armendáriz, por la ancha avenida Grau, al encuentro de una película que para colmo era mexicana y se llamaba "Madre y amante".

-Lo terrible de ser divorciada no es que todos los hombres se crean en la obligación de proponerte cosas -me informaba la tía Julia-. Sino que por ser una divorciada piensan que ya no hay necesidad de romanticismo. No te enamoran, no te dicen galanterías finas, te proponen la cosa de buenas a primeras con la mayor vulgaridad. A mí me lleva la trampa. Para eso, en vez de que me saquen a bailar, prefiero venir al cine contigo.

Le dije que muchas gracias por lo que me tocaba.

-Son tan estúpidos que creen que toda divorciada es una mujer de la calle -siguió, sin darse por enterada-. Y, además, sólo piensan en hacer cosas. Cuando lo bonito no es eso, sino enamorarse, ¿no es cierto?

Yo le expliqué que el amor no existía, que era una invención de un italiano llamado Petrarca y de los trovadores provenzales. Que eso que las gentes creían un cristalino manar de la emoción, una pura efusión del sentimiento era el deseo instintivo de los gatos en celo disimulado detrás de las palabras bellas y los mitos de la literatura. No creía en nada de eso, pero quería hacerme el interesante. Mi teoría erótico- biológica, por lo demás, dejó a la tía Julia bastante incrédula: ¿creía yo de veras esa idiotez?

-Estoy contra el matrimonio -le dije, con el aire más pedante que pude-. Soy partidario de lo que llaman el amor libre, pero que, si fuéramos honestos, deberíamos llamar, simplemente, la cópula libre."

-¿Cópula quiere decir hacer cosas? -se rió. Pero al instante puso una cara decepcionada:- En mi tiempo, los muchachos escribían acrósticos, mandaban flores a las chicas, necesitaban semanas para atreverse a darles un beso. Qué porquería se ha vuelto el amor entre los mocosos de ahora, Marito.

martes, 5 de octubre de 2010

El voto femenino

El 1 de octubre de 1931 el Pleno del Congreso de Diputados aprobó, por 161 votos frente a 121, el artículo 36 de la Constitución de la II República Española que reconocía el derecho de las mujeres al voto, que se ratificó el 1 de diciembre en una votación aún más ajustada: 131 votos a favor (el 28%)frente a 127 (27%) estando ausentes el 45% de los diputados.

La tenacidad de la diputada Clara Campoamor fue decisiva para rebatir a quienes pretendían retrasar el reconocimiento del voto femenino "hasta que las mujeres dejaran de ser retrógradas" (Álvarez Buyita, Rico); "hasta que transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y la educación" (Kent) o indefinidamente, "porque las mujeres son histéricas por naturaleza" (Novoa Santos); y a quienes proponían excluirlo de la Constitución para poder negarlo si las mujeres no votaban de acuerdo con el gobierno (Guerra del Río) o reducirlo a las mayores de 45 años "porque antes la mujer tiene reducida la voluntad y la inteligencia" (Ayuso). Las otras dos únicas diputadas, Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, y Margarita Nelken, del PSOE, también feministas, consideraban inoportuno el reconocimiento del voto femenino y no lo apoyaron.

El 1 octubre de 2010 celebramos, por tanto, setenta y nueve años desde que la diputada Campoamor consiguió que las Cortes de la II República aprobasen el derecho al voto para todas las españolas, en igualdad con los hombres por primera vez en la Historia.

Al conmemorar la obtención del derecho al sufragio, celebramos también a Clara Campoamor escritora, feminista y líder política sólida e incansable, de extraordinaria visión política, para quien los derechos de las mujeres eran un principio político irrenunciable, por encima de los intereses de los partidos políticos, incluido el suyo, lo que pagó con la marginación, la ridiculización y el ostracismo.Hace 29 años, en octubre de 1981, las feministas se movilizaron para recuperar y reivindicar una figura que era totalmente desconocida para los españoles después de la dictadura. El trabajo de las investigadoras sobre su obra y su figura política, sobre el significado histórico y político del sufragio en la II República, la edición de sus obras y los muchos actos de homenaje que se han venido haciendo desde entonces han sido fundamentales en la recuperación de la memoria histórica de las mujeres.

lunes, 4 de octubre de 2010

Se acabó lo que se daba...

Hace tres días se han conocido en Madrid las cinco candidatas que lucharán por ser la Capital Cultural Europea en 2016 (ese año tendrá que ser una ciudad española y otra polaca). Las elegidas han sido Córdoba, Segovia, San Sebastián, Las Palmas y Zaragoza. No cabe duda del tejemaneje y el politiqueo imperante, así que estaba claro que Málaga no pasaría esa criba...