sábado, 5 de septiembre de 2009

Maruja Mallo

Siempre hay motivos para recordar a una de las mujeres más relevantes del surrealismo español y de la, así llamada (y repetiremos aquí a pesar de lo discutible) Generación del 27, Maruja Mallo. La exposición de su obra en Vigo es una magnífica excusa para recordar la figura de esta mujer que nació en Viveiro, Lugo, el 5 de enero de 1902 y murió en Madrid en 1995.
Maruja Mallo es una de esas artistas de la llamada vanguardia interior española que cabe situar, en algunos periodos de su producción, en la órbita del surrealismo más canónico y sobre las que se realiza un rescate intermitente pero incompleto en colectivas de los años 70 y en alguna monográfica que otra. Su formación comenzó en Avilés. En Asturias comenzó a exponer antes de trasladarse a Madrid para completar su formación, al igual que su hermano el escultor Cristino Mallo, en la Facultad de Bellas Artes de San Fernando asistiendo al tiempo a la Academia Libre de Julio Moisés.
Vivió una estrecha relación con el poeta Rafael Alberti, antes de que este último conociera a su futura esposa, María Teresa León. También tuvo relación con el poeta Miguel Hernández, en el que influyó, por ejemplo en el poema "El rayo que no cesa".
Alberti le dedicó este poema, publicado en la Gaceta Literaria en julio de 1929:

LA PRIMERA ASCENSION DE MARUJA MALLO AL SUBSUELO
Tú,
tú que bajas a las cloacas donde las flores más flores son ya unos tristes salivazos sin sueños
y mueres por las alcantarillas que desembocan a las verbenas desiertas
para resucitar al filo de una piedra mordida por un hongo estancado,
dime por qué las lluvias pudren las horas y las maderas.
Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes.
Despiértame.
Hace ya 100.000 siglos que pienso en que tú eres más tú cuando te acuerdas del barro
y una teja aturdida se deshace contra tus pies para predecir otra muerte.
El espanto que suben esos ojos deformados por las aguas que envenenan al ciervo fugitivo
es la única razón que expone mi esqueleto para pulverizarse junto al tuyo.
Una luz corrompida te ayudará a sentir los más bellos excrementos del mundo.
Periódicos estampados de manos que perdieron su nitidez en el aceite desgarran hoy el viento
y los charcos de grasa solicitan tus ojos desde los asfaltos reblandecidos.
Aceras espolvoreadas de azufre aclaman por el alivio de una huella
para que se agiten de envidia esos vidrios helados que se abandonan a los terrenos intransitables.
Emplearé todo el resto de mi vida en contemplar el suelo seriamente
ahora que ya nos importan cada vez menos las hadas,
ahora que ya las luces más complacientes estrangulan de un golpe las primeras sonrisas de los niños
y exaltan a puntapiés el arrullo de las palomas
y abofetean el árbol que se cree imprescindible para el
embellecimiento de un idilio o de una finca.
Mira siempre hacia abajo.
Nada se te ha perdido en el cielo.
El último ruiseñor es el muelle mohoso de un sofá muerto.
Desde los pantanos, ¿quién no te ve ascender sobre un fijo oleaje de escorias,
contra un viso de tablones pelados y boñigas de toros,
hacia un sueño fecal de golondrina?

Unos años más tarde, Maruja Mallo, por entonces su compañera, daría a su exposición parisina de 1932 el significativo título de Cloacas y campanarios. Dijo Alberti: “De la mano de Maruja recorrí tantas veces aquellas galerías subterráneas, aquellas realidades antes no vistas, que ella, de manera genial, comenzó a revelar en sus lienzos”. Así, un poema como“Espantapájaros” está directamente inspirado en este cuadro homónimo de Maruja Mallo que adquiriría posteriormente André Breton:

2 comentarios:

Hoy, artista dijo...

Siempre aprendo algo nuevo en tu blog! Gracias!!!

Carmen Velasco Rengel dijo...

Gracias a ti por tu visita y tu generosidad. Un beso!