viernes, 25 de noviembre de 2011

Violencia contra la mujer en los clásicos

Intentamos cambiar los siglos de violencia contra la mujer, que siempre ha sido el foco de los odios ajenos (hacia sus padres, maridos, etc.) y ha sufrido las venganzas que no le correspondían en carne propia. Para recordar todo esto, nuestra historia de la literatura tiene muchos ejemplos como el fragmento que transcribo del Cantar de la afrenta de Corpes.

Aunque no tenga base histórica alguna este Cantar es una de las leyendas más populares de la saga cidiana. Se trata de la de los condes de Carrión o infantes de Carrión, nobles que, por mediación real, lograron casarse con los hijas del Cid, Sol y Elvira. Dos años estuvieron junto al Cid en Valencia y en una batalla parece que no combatieron a satisfacción del Campeador, que de vuelta a palacio ordenó a sus criados que soltaran un león para poner en evidencia la cobardía de los infantes. Ridiculizados estos, dice la leyenda que se reivindicaron, metiendose en lo más recio de otra confrontación con los moros... Luego, regresaron a Castilla con sus esposas y con un hondo rencor hacia el Cid. Llegados al robledal de Corpes, acamparon con sus esposas, haciendo seguir a su escolta. Allí las desnudaron y, atándolas a un árbol, las azotaron con las cinchas y las pincharon y torturaron con sus propias espuelas. Después prosiguieron su camino, dejándolas abandonadas, con sus cuerpos cubiertos de sangre.
Primero, como curiosidad, el enlace a las páginas de la Biblioteca Virtual Cervantes del Poema de Mio Cid en su versión original, pp. 88 y 89 del manuscrito de Per Abbat:
http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/cid/79138341656579830532279/ima0088.htm

En el robledo de Corpes entraron los de Carrión
los robles tocan las nubes, ¡tan altas las ramas son!
Las bestias fieras andan alrededor.
Hallaron una fuente en un vergel en flor;
mandaron plantar la tienda los infantes de Carrión,
allí pasaron la noche con cuantos con ellos son;
con sus mujeres en brazos demuéstranles amor;
¡mal amor les mostraron en cuanto salió el sol!

Todos se habían ido, ellos cuatro solos son,
así lo habían pensado los infantes de Carrión:
«Aquí en estos fieros bosques, doña Elvira y doña Sol,
«vais a ser escarnecidas, no debéis dudarlo, no.
«Nosotros nos partiremos, aquí quedaréis las dos;
«no tendréis parte en tierras de Carrión.
«Llegarán las nuevas al Cid Campeador,
«así nos vengaremos por lo del león».
Los mantos y las pieles les quitan los de Carrión,
con sólo las camisas desnudas quedan las dos,
los malos traidores llevan zapatos con espolón,
las cinchas de sus caballos ásperas y fuertes son.

Cuando esto vieron las damas así hablaba doña Sol:
«Don Diego y don Fernando, os rogamos por Dios,
«dos espadas tenéis, fuertes y afiladas son,
«el nombre de una es Colada, a la otra dicen Tizón,
«cortadnos las cabezas, mártires seremos nos.
« Moros y cristianos hablarán de vuestra acción,
« dirán que no merecimos el trato que nos dais vos.
«Esta acción tan perversa no la hagáis con nos
«si así nos deshonráis, os deshonraréis los dos;
«ante el tribunal del rey os demandarán a vos».
Lo que ruegan las dueñas de nada les sirvió.
Comienzan a golpearlas los infantes de Carrión;
con las cinchas de cuero las golpean sin compasión;
así el dolor es mayor, los infantes de Carrión:
de las crueles heridas limpia la sangre brotó.
Si el cuerpo mucho les duele, más les duele el corazón.
¡Qué ventura tan grande si quisiera el Criador
que en este punto llegase mio Cid el Campeador!

sábado, 19 de noviembre de 2011

Diario de un tiempo convulso

     Reseña de mi libro_de_marzo (cronografía de una guerra) por Francisco Ruiz Noguera (Diario Sur, sábado 29/11/2011)

    Carmen Velasco ha escrito un libro potente; una potencia que está en los distintos puntos de vista que permiten un acercamiento a él: está, por ejemplo, en los elementos paratectuales que lo acompañan. Uno de esos elementos, que forman también parte del acto retórico que toda obra conlleva, es la ilustración de la cubierta: la rotundidad de una imagen de Pablo Genovés, titulada "Tienes tiempo", en la que el dedo está a punto de pulsar el botón rojo del cronómetro, cuya aguja, por otra parte, ya ha llegado al límite; o sea, una ironía: en realidad, ya 'no tienes tiempo', cuando más si la textura de esa mano lo que sugiere es el acabamiento, el anuncio de postrimerías de las 'vanitas' barrocas. Este texto (una imagen es también un texto) nos pone ya en una situación que será corroborada cuando vuelve a mirarse la ilustración tras la lectura del libro. Colocar ahí esa imagen es un recurso textual no verbal tan significante que no parece que sea la casualidad la que ha llevado esa inquietante mano al lugar preferente de apertura. El segundo elemento paratextual es la cita inicial: varios versículos del Libro de los Proverbios que nos hablan de los siete hechos de los que Yavé abomina y que aquí la autora adapta y convierte en «siete abominaciones nos trae el mal de marzo», que es el mes del horror en torno al que la obra gira.

     La potencia de este libro está, como dije, en los distintos puntos de vista que permiten su análisis; por ejemplo, el referente: el horror de la violencia del atentado terrorista del 11 de marzo, el horror de los feminicidios (desvelados en marzo de 1993) en Ciudad Juárez, el horror de una lapidación, con burka ensangrentado y otros horrores de la misma especie; o sea, abiertamente poesía de denuncia, pero hay que poner énfasis en el término 'poesía' porque los textos de Carmen Velasco buscan un registro expresivo que, huyendo del panfleto, dan mayor fortaleza a la fortaleza que ya de por sí tienen los hechos. La poeta, que es doctora en filología, conoce bien el valor potenciador que, en literatura, tienen los mecanismos de la sugerencia sobre los de la declaración, y los emplea con absoluto dominio, no solo en lo que concierne al referente del horror sino también en las múltiples miradas a la vida cotidiana y lo personal e íntimo desde la perspectiva de lo femenino. Las citas que se engastan en el libro-como textos que forman parte de él-de Simone de Beauvoir, Julia Kristeva, y, sobre todo la espléndida de Hélène Cixous sobre el cuerpo, van en este sentido.
    Además de por el referente, potencia también por la singularidad de los aspectos formales: desde la forma que adopta el título (muy a la manera de la denominación de blogs y de copia de archivos informáticos), a las continuas acotaciones entre corchetes que sugieren el método de restitución textual en filología para dar plenitud al texto que, de lo contrario, quedaría incompleto. Especialmente destacable es la brillantez de algunas imágenes, así, el amor es «como una casa en la que no entramos nunca», la casa es «un ataúd/ donde la gente vive confinada», «la vida es un lugar solitario» y «la muerte busca un cuerpo para encarnarse»; junto a esto, la intensidad en la última serie titulada « misterios» o en la concentración de algunos poemas breves.
    Por otra parte, en lo que respecta a cuestiones estructurales, junto a los poemas se introduce una serie de textos en prosa que adoptan la forma de un diario (fechado en marzo de 2004), pero se trata de un diario no confesional, es decir, son textos narrativos o ensayísticos que vienen a enriquecer las vías de reflexión que el libro propone en relación con temas como el horror, la violencia, lo femenino. A lo largo del conjunto de textos de diverso género, Carmen Velasco ha urdido un sistema de referencias internas tan bien trabado que, a pesar de ser un libro dividido en seis partes, tiene un claro sentido unitario donde todo está en función de todo. En este sentido, y en muchos otros, esta es una obra conseguida en la que reflexión y emoción se dan la mano.
    Recordaré, en fin, que T.S.Eliot -autor, por cierto, de un libro juvenil titulado Inventos de la liebre de marzo (probablemente haya en esto un guiño cómplice)- dejó escrito aquello de «abril es el mes más cruel», no sé yo si, después de la lectura de este libro de Velasco, no habrá que trasladar a marzo esa triste gloria de la crueldad.

-Aquí podéis leer uno de los poemas:

[religión]
vendemos sueños [cenicienta]
que no son como el tuyo,
torpe cuerpo hundido hasta la cintura,
¿mueves los dedos enterrados en tierra?
al menos lo intentas
por eso te duelen los tendones que palpitan ahogados,
una piedra zumba en tus oídos,
roza el blando lóbulo sin aros,
un sonido hueco en el hueso de la mejilla,
el blanco se come todo el rojo de la sangre
que gotea por el burka,
debajo, todavía están los mechones arrancados,
las raíces blancas y ensangrentadas
de tu pelo negro y abundante,
de tu vello punzante y afeitado,
calamidad perjudicial para el hombre,
el profeta nunca te ha querido,
temes al entonar el rezo de la mañana,
cada mujer que muere
[si su marido está contento con ella]
entrará en el Paraíso