Hay una luz sesgada
en las tardes de invierno,
que con su peso oprime
como la voz de un órgano en un templo.
Una celeste herida
nos hace, mas sin huella:
el alma en el sentido de las cosas
nota la diferencia.
Decir su traza nunca lograrías,
Decir su traza nunca lograrías,
porque es el sello, la desesperanza:
una aflicción de reyes
que nos envía el aire.
Cuando viene, el paisaje presta oído;
Cuando viene, el paisaje presta oído;
sin respirar, la sombra ya lo advierte;
cuando se aleja, es como la distancia
que tiene la mirada de la muerte.
Emily Dickinson
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