Juan Francisco Ferré gana el premio Herralde de novela
'Karnaval', de Juan Francisco Ferré, una crítica al capitalismo y sus desmanes, se lleva el célebre galardón. Sara Mesa es la finalista con su obra 'Cuatro por cuatro'
Carles Geli Barcelona 6 NOV 2012 - 18:16 CET
Que la política y la economía, especialmente estos últimos años, son un auténtico carnaval es algo que piensa casi todo el mundo, “pero nunca lo decimos en voz alta”, sostiene el escritor Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962). Él, por oficio, lo ha gritado en una novela, Karnaval, en la que toma prestado el polémico escándalo sexual del exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, con la que ha armado un panfleto político en el que lanza una mirada ácida a los desmanes del neocapitalismo y con la que ha obtenido en Barcelona el XXX Premio Herralde de novela que convoca Anagrama. La valentía histórica del galardón quedó ratificada con la finalista, Sara Mesa (Madrid, 1976), que en una “novela inquietante y de alto nivel literario”, según el editor, ofrece en Cuatro por cuatro una nueva vuelta de tuerca a sus obras claustrofóbicas a partir de la vida de unas chicas en un duro internado.
“Quería reivindicar el género de la novela como arma de contestación, pero dándole también un tamiz cómico a asuntos muy serios”, argumenta Ferré, que ya fue finalista del premio en 2009 con su obra Providence. La génesis de Karnaval está ese 14 de mayo de 2011, cuando trascendió la acusación de acoso sexual de Strauss-Kahn a una camarera negra de un hotel de EE UU donde se había alojado. “No, no es una crónica sino un intento de reivindicación de lo que puede hacer la novela con estos temas; quería analizar a una figura del poder, un tema que siempre ha interesado al arte pero creo que en la literatura últimamente faltaba ver qué es hoy un poderoso y qué encarna”.
A Ferré, el episodio del ex director del FMI no le indignó tanto como le estimuló a pensar… y a escribir. “Me fascinó el hecho de que uno de los personajes más poderosos del mundo cayera por un gesto fruto de la gratuidad, que es un concepto perverso: Strauss-Kahn buscó el placer gratis teniendo todo el dinero del mundo para pagarlo… Pero no hago de él un villano: los conceptos bueno, feo o malo no son categorías que se pueden aplicar tan fácilmente en la vida”, resume contundente Ferré.
Así, Strauss-Kahn no deja de ser “una marioneta, un avatar”, un personaje “menos salvaje que los de otras novelas mías; aquí hay algo más de ironía y refinamiento”; la vertiente cáustica viene por el hecho de que el malagueño convierte al ex director del FMI, “DK”, o “el gran dios K” en la obra, en “una especie de indignado, un disidente, que quiere sabotear el sistema”. Ahí aparecen las referencias al movimiento del 15-M español: “Es una especie de ajuste de cuentas; mi personaje tiene la fantasía política de verse como cabecilla de los indignados; como soy muy afrancesado, al estilo de Larra, hago una especie de simulacro de revolución francesa en 2011 con esos indignados”. No es la única broma ácida en esta obra que rondará las 500 páginas del autor de la novela La fiesta del asno (2005), donde abordó el terrorismo de ETA. Así, en Karnaval, imaginando un documental ficticio, obliga a opinar sobre los abusos del poder a personajes reales como los escritores Houellebecq y Roth, o a pensadores tan distantes como Slavoj Zizek y Beatriz Preciado…
Ferré también quiso reconocer la valentía del jurado (compuesto por Salvador Clotas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el propio editor, Jorge Herralde), al escoger tanto su obra como la de la finalista (“me sorprende que mis obsesiones personales sean de interés y asequibles al lector”, admite la propia Mesa, premio de Poesía Miguel Hernández 2007 y ganadora del Málaga de novela con Un incendio invisible) y la mención especial (que editará Anagrama en 2013) de Intento de escapada, de Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977). Lo decía, sobre todo, por el hecho de que los tres sean españoles. “La literatura es lo único que no está en crisis en este país; y lo que se hace aquí es tan bueno como lo que viene de América Latina”, se mojó el ganador.
Herralde aprovechó el capote para destacar la singularidad del galardón que lleva su nombre en el ecosistema editorial español. “Es un premio que tiene poco que ver con el resto y cuya brújula siempre ha indicado poco hacia la moda”, afirmó. Con el de ahora, el premio Herralde de novela llega a su tercera década de vida y en plena forma, como muestran los 467 originales presentados a esta edición y que significan su récord. Son 35 textos más, por ejemplo, que los que concurrieron este mismo año al premio Planeta, a pesar de la espectacular diferencia de dotación entre ambos: 18.000 euros frente a los 601.000 que ofrece el de la multinacional española.
A esa afluencia no es ajeno el prestigio en el ámbito estrictamente literario del galardón, del que dan buena muestra los autores y las obras galardonadas ya desde 1983, cuando en sus dos primeras ediciones se reconoció a Álvaro Pombo y Sergio Pitol, con quizá algunos de sus títulos mayores: El héroe de la mansardas de Mansard y El desfile del amor, respectivamente; a ellos siguieron, entre otros, algunos de los nombre señeros de la nueva narrativa castellana, hoy ya clásicos, como Javier Marías (El hombre sentimental, 1986), Félix de Azúa (Diario de un hombre humillado, 1987), Roberto Bolaño (Los detectives salvajes, 1998), Enrique Vila-Matas (El mal de Montano, 2002) y Juan Villoro (El testigo, 2004). Son nombres que jalonan el Herralde, que tampoco ha olvidado ser rampa de lanzamiento de autores jóvenes con opera primal. El año pasado el ganador fue el escritor y reportero argentino Martín Caparrós con Los Living.
“Me he planteado Karnaval con mucha libertad estilística de voces y formatos en un momento en que se escribe con muchas recetas y hay hasta academias para convertirte en un autor; un escritor nunca debe seguir las recetas; en esas escuelas nunca hubieran dado la receta de este libro para ganar el premio Herralde”, bromea Ferré. Por suerte.
“Quería reivindicar el género de la novela como arma de contestación, pero dándole también un tamiz cómico a asuntos muy serios”, argumenta Ferré, que ya fue finalista del premio en 2009 con su obra Providence. La génesis de Karnaval está ese 14 de mayo de 2011, cuando trascendió la acusación de acoso sexual de Strauss-Kahn a una camarera negra de un hotel de EE UU donde se había alojado. “No, no es una crónica sino un intento de reivindicación de lo que puede hacer la novela con estos temas; quería analizar a una figura del poder, un tema que siempre ha interesado al arte pero creo que en la literatura últimamente faltaba ver qué es hoy un poderoso y qué encarna”.
A Ferré, el episodio del ex director del FMI no le indignó tanto como le estimuló a pensar… y a escribir. “Me fascinó el hecho de que uno de los personajes más poderosos del mundo cayera por un gesto fruto de la gratuidad, que es un concepto perverso: Strauss-Kahn buscó el placer gratis teniendo todo el dinero del mundo para pagarlo… Pero no hago de él un villano: los conceptos bueno, feo o malo no son categorías que se pueden aplicar tan fácilmente en la vida”, resume contundente Ferré.
Así, Strauss-Kahn no deja de ser “una marioneta, un avatar”, un personaje “menos salvaje que los de otras novelas mías; aquí hay algo más de ironía y refinamiento”; la vertiente cáustica viene por el hecho de que el malagueño convierte al ex director del FMI, “DK”, o “el gran dios K” en la obra, en “una especie de indignado, un disidente, que quiere sabotear el sistema”. Ahí aparecen las referencias al movimiento del 15-M español: “Es una especie de ajuste de cuentas; mi personaje tiene la fantasía política de verse como cabecilla de los indignados; como soy muy afrancesado, al estilo de Larra, hago una especie de simulacro de revolución francesa en 2011 con esos indignados”. No es la única broma ácida en esta obra que rondará las 500 páginas del autor de la novela La fiesta del asno (2005), donde abordó el terrorismo de ETA. Así, en Karnaval, imaginando un documental ficticio, obliga a opinar sobre los abusos del poder a personajes reales como los escritores Houellebecq y Roth, o a pensadores tan distantes como Slavoj Zizek y Beatriz Preciado…
Ferré también quiso reconocer la valentía del jurado (compuesto por Salvador Clotas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el propio editor, Jorge Herralde), al escoger tanto su obra como la de la finalista (“me sorprende que mis obsesiones personales sean de interés y asequibles al lector”, admite la propia Mesa, premio de Poesía Miguel Hernández 2007 y ganadora del Málaga de novela con Un incendio invisible) y la mención especial (que editará Anagrama en 2013) de Intento de escapada, de Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977). Lo decía, sobre todo, por el hecho de que los tres sean españoles. “La literatura es lo único que no está en crisis en este país; y lo que se hace aquí es tan bueno como lo que viene de América Latina”, se mojó el ganador.
Herralde aprovechó el capote para destacar la singularidad del galardón que lleva su nombre en el ecosistema editorial español. “Es un premio que tiene poco que ver con el resto y cuya brújula siempre ha indicado poco hacia la moda”, afirmó. Con el de ahora, el premio Herralde de novela llega a su tercera década de vida y en plena forma, como muestran los 467 originales presentados a esta edición y que significan su récord. Son 35 textos más, por ejemplo, que los que concurrieron este mismo año al premio Planeta, a pesar de la espectacular diferencia de dotación entre ambos: 18.000 euros frente a los 601.000 que ofrece el de la multinacional española.
A esa afluencia no es ajeno el prestigio en el ámbito estrictamente literario del galardón, del que dan buena muestra los autores y las obras galardonadas ya desde 1983, cuando en sus dos primeras ediciones se reconoció a Álvaro Pombo y Sergio Pitol, con quizá algunos de sus títulos mayores: El héroe de la mansardas de Mansard y El desfile del amor, respectivamente; a ellos siguieron, entre otros, algunos de los nombre señeros de la nueva narrativa castellana, hoy ya clásicos, como Javier Marías (El hombre sentimental, 1986), Félix de Azúa (Diario de un hombre humillado, 1987), Roberto Bolaño (Los detectives salvajes, 1998), Enrique Vila-Matas (El mal de Montano, 2002) y Juan Villoro (El testigo, 2004). Son nombres que jalonan el Herralde, que tampoco ha olvidado ser rampa de lanzamiento de autores jóvenes con opera primal. El año pasado el ganador fue el escritor y reportero argentino Martín Caparrós con Los Living.
“Me he planteado Karnaval con mucha libertad estilística de voces y formatos en un momento en que se escribe con muchas recetas y hay hasta academias para convertirte en un autor; un escritor nunca debe seguir las recetas; en esas escuelas nunca hubieran dado la receta de este libro para ganar el premio Herralde”, bromea Ferré. Por suerte.
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