No ha sido un madrugón, sencillamente no he dormido.
Aguijoneada por la curiosidad, más que otra cosa, porque Lost, como toda relación larga que se precie, dejaba a ratos de interesarme (y eso es mucho decir a lo largo de seis años de un enorme plano secuencia de duración prorrogable), me he puesto a ver el final de mi serie favorita. La serie estrella, tal vez estrellada a fuerza de cambios temporales, ha conseguido lo inaudito realmente esta mañana lunática y lunética: que su relación con el tiempo me someta a una presión espaciotemporal propia de un tornado: una espiral sin conciencia racional ni raciocinio evidente.
Ahora vendrán la nostalgia de los martes en los que, como una Cenicienta perdida, saltaba de la silla o sillón allá donde estuviera, o corría despavorida cuando me daba cuenta de que eran las nueve de la noche, y gritaba ¡lost! mirando el inmenso reloj negro que me adentraba desde ese minuto uno en la espiral instantánea de la media hora que quedaba para que comenzara en Fox. Algunas y algunos se asustaban ante el respingo y la extraña palabra así mencionada en solitario, sin comprender nada, mirando alucinados mis ojos despavoridos y la caña de cerveza entera que quedaba allí, sin pagar, en la mesa del bar, burbujeantemente escandalosa. Al parecer, así oído, el nombre no les decía gran cosa, pensaban que era una más de mis bromas pesadas hechas a fuerza de expresiones lexicalizadas después de años en los USA, o peor aún, signo de una irreprimible pedantería. La caña quedaba allí como el zapatito de una cenicienta cualquiera y yo huía como alma que lleva el diablo, perdida en mi propia y variante dicotomía: "de perdida a la ría".
Pero sí, esta mañana, pobre de mí, no sólo he tenido que correr como loca en ese desconsuelo de las horas matinales, sino que he creído estar a punto de perder algo más que la cabeza. Primero, porque la emisión entrecortada de Perdidos y la imagen a menudo pixelada me han impedido oír con claridad el diálogo (además de los problemas de control del volumen ya que todo el mundo dormía en casa) y ver, en plácida continuidad, estos dos deseados y esperados capítulos finales. Segundo, porque tenía que ir a trabajar y aquello no terminaba nunca: los DVD vírgenes, como todo lo virgen (incluida la isla), habían desaparecido de mi casa, no había manera de encontrar dos zapatos iguales que ponerme, las llaves del coche se habían perdido en algún bolsillo secreto de un bolso que no encontraba, y yo allí de pie, perdida en mi propio salón, mesmerizada por un LED de 40 pulgadas donde el enorme ojo fijo de Jack me miraba atentamente.
Y en el fondo de aquel ojo intuí la mirada del religioso que conserva la idea de un Dios para mí completamente desconocido.
3 comentarios:
He visto hasta el capítulo 12 de la 2a temporada apenas, y por cuestión de tiempo no he visto más. A partir de ahora tendré que hacer un gran esfuerzo para evitar los spoilers que intenten seducirme con su llamado de: "Mira, ¿no quieres saber lo que va a pasar?". Se que hay muchos defraudados y no quiero saber por qué.
Y qué mal que no pudiste ver bien el capítulo final cuando se transmitió, pero bien, supongo que lo verás una y otra vez muchas veces.
Saludos.
Magnífico post. Perdida que eres una perdida...
Sí Damián, en efecto no para de pasar, ya la verás sin duda. Gracias por el comentario y la visita.
Muchas gracias, Jacob, y tienes toda la razón, "perdía-perdía"...
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