Y no olvidemos el presente, si es que lo hay, y que en París vive nuestra apreciada e imprescindible filósofa y escritora, Beatriz Preciado. En la estela tanto del Orlando de Virginia Woolf como del pensamiento de Donna Haraway, heredera de Monique Wittig, Beatriz Preciado es una filósofa que supera con creces cualquier etiqueta. Ella y su discurso general (ella es su discurso y su discurso es ella) continúa esa voz hermafrodita corrosiva, andrógina autoconsciente y viva que pone patas arriba su sexo doble para provocar al statu quo, venga de donde venga. Su personaje mata al padre y a la madre y, por lo tanto, se libera por completo; en esta “bio-trans-mujer”, encontramos indicios de un fuerte e intenso lazo, en la tradición del amour fou de los surrealistas, más allá de la vida natural, de la biología y del sexo. BP escribe: “En realidad, mi amor con V. D. es la culminación de una carrera sexual de alto conquistador sin polla que se inicia en mi tierna infancia”.
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