Así eran...
...pero en 2001, la pantalla del televisor mostró el horror de la catástrofe en tiempo real: el ataque al símbolo del Imperio y su destrucción total. Y este atentado ha obligado, querámoslo o no, a tomar conciencia de las reglas del juego del nuevo siglo.
Un año más, hoy, cumplidos ya diez años, instalados en el curso normal de las cosas del que la guerra forma parte, reavivamos nuestra desolación por el horrible atentado y porque esta vida no sea (no haya sido, no fuera, no será) de otro modo.
Por eso, el comienzo de la década ha cobrado una magnitud definitiva en la cultura y en las historias que nos contamos en el presente, estos atentados de Nueva York y del World Trade Center, que Baudrillard describió como “el acontecimiento absoluto, la ‘madre’ de los acontecimientos, el hecho puro que concentra en sí todos los que jamás ocurrieron” . El mundo vio el desastre terrorista a través de la gran ventana por la que domesticamos una realidad que sería insoportable de otro modo. Globalización y espectáculo no se han hundido sino que se han puesto más en evidencia. New York es un parque temático destruido o un contrasentido alegórico de la realidad. Más que nunca viene a cuento la pregunta que en los años ochenta se hacía ya el perverso sociólogo de Simulacres et Simulations: “pourquoi les gens vivent-ils à New York?” . Sí, por qué la gente vive en Nueva York. Y nos interrogamos, una vez más, sobre cuál sería la respuesta ahora que se ha acabado la atracción (la “sensation magique de contigüité”) por “une centralité artificielle”, ahora que se establece el desafío de sobrevivir en el presente y en el futuro, el reto de ser capaz de mantener el sistema y la calma a pesar de la precariedad de la vida, a pesar del convencimiento de que, como señala Judith Butler en Marcos de guerra, ”las vidas son por definición precarias: pueden ser eliminadas de manera voluntaria o accidental, y su persistencia no está garantizada de ningún modo” .
De esta manera bárbara, pues, irrumpió el nuevo siglo y la literatura ha dado cuenta de ello, no podía ser de otro modo. Sin embargo, la patente violencia post 11-S, esa imagen del desastre repetida una y mil veces, produce una hiperrealidad que excede las categorías, una realidad que de pronto se ha convertido en todas las realidades, en la eternidad misma. “Las nuevas reglas de juego son feroces porque lo que está en juego es feroz” , como se dice en La violencia del mundo... pero la fórmula para darle la vuelta a este mundo que nos ha tocado vivir, ¿dónde la encontraremos?, ¿deambulando por los escombros?
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