domingo, 31 de octubre de 2010
sábado, 30 de octubre de 2010
Vuelve el hombre... pero se había ido alguna vez?
El golpe de timón, y en esto coinciden unos y otros, derecha y mucha izquierda, era imprescindible, entre otras cosas, porque "¡ya estaba bien de frivolidades!". La seriedad, señores, va asociada al poder masculino. Solo él nos puede sacar del fango de la crisis económica y puede proyectar la imagen adecuada para tiempos en los que hay que zafarse de "debilidades" y abordar la lucha final de la legislatura en condiciones agónicas.
Subordinadas, floreros, inseguras, volubles, objetos del deseo... De modo consciente o inconsciente siguen funcionando los estereotipos, que se trasladan con facilidad al espacio de la política. Con el agravante en este caso de que a aquellos que osamos elevar la voz en su defensa enseguida se nos tapa la boca acusándonos de ceder ante lo políticamente correcto, como si lo normal, lo correcto de verdad, fuera tener que pensar en la línea de lo dominante."
viernes, 29 de octubre de 2010
martes, 26 de octubre de 2010
miércoles, 20 de octubre de 2010
domingo, 17 de octubre de 2010
jueves, 7 de octubre de 2010
Mario Vargas Llosa, el escribidor
Un fragmento de La tía Julia y el escribidor:
"Me sorprendió mucho que la tía Julia, pese a ser boliviana y vivir en La Paz, no hubiera oído hablar nunca de Pedro Camacho. Pero ella me aclaró que jamás había escuchado una radionovela, ni puesto los pies en un teatro desde que interpretó la Danza de las Horas, en el papel de Crepúsculo, el año que terminó el colegio donde las monjas irlandesas ("No te atrevas a preguntarme cuántos años hace de eso, Marito"). Íbamos caminando desde la casa del tío Lucho, al final de la avenida Armendáriz, hacia el cine Barranco. Me había impuesto la invitación ella misma, ese mediodía, de la manera más artera. Era el jueves siguiente a su llegada, y aunque la perspectiva de ser otra vez víctima de los chistes bolivianos no me hacía gracia, no quise faltar al almuerzo semanal. Tenía la esperanza de no encontrarla, porque la víspera -los miércoles en la noche eran de visita a la tía Gaby- había oído a la tía Hortensia comunicar con el tono de quien está en el secreto de los dioses:
-En su primera semana limeña ha salido cuatro veces y con cuatro galanes diferentes, uno de ellos casado. ¡La divorciada se las trae!
Cuando llegué donde el tío Lucho, luego de El Panamericano de las doce, la encontré precisamente con uno de sus galanes. Sentí el dulce placer de la venganza al entrar a la sala y descubrir sentado junto a ella, mirándola con ojos de conquistador, flamante de ridículo en su traje de otras épocas, su corbata mariposa y su clavel en el ojal, al tío Pancracio, un primo hermano de mi abuela. Había enviudado hacía siglos, caminaba con los pies abiertos marcando las diez y diez y en la familia se comentaban maliciosamente sus visitas porque no tenía reparo en pellizcar a las sirvientas a la vista de todos. Se pintaba el pelo, usaba reloj de bolsillo con leontina plateada y se lo podía ver a diario, en las esquinas del jirón de la Unión, a las seis de la tarde, piropeando a las oficinistas. Al inclinarme a besarla, susurré al oído de la boliviana, con toda la ironía del mundo: "Qué buena conquista, Julita". Ella me guiñó un ojo y asintió. Durante el almuerzo, el tío Pancracio, luego de disertar sobre la música criolla, en la que era un experto -en las celebraciones familiares ofrecía siempre un solo de cajón-, se volvió hacia ella y, relamido como un gato, le contó: "A propósito, los jueves en la noche se reúne la Peña Felipe Pinglo, en La Victoria, el corazón del criollismo. ¿Te gustaría oír un poco de verdadera música peruana?". La tía Julia, sin vacilar un segundo y con una cara de desolación que añadía el insulto a la calumnia, contestó señalándome: 'Fíjate qué lástima. Marito me ha invitado al cine". "Paso a la juventud", se inclinó el tío Pancracio, con espíritu deportivo. Luego, cuando hubo partido, creí que me salvaba pues la tía Olga preguntó: “¿Eso del cine era sólo para librarte del viejo verde?". Pero la tía Julia la rectificó con ímpetu: "Nada de eso, hermana, me muero por ver la del Barranco, es impropia para señoritas". Se volvió hacia mí, que escuchaba cómo se decidía mi destino nocturno, y para tranquilizarme añadió esta exquisita flor: "No te preocupes por la plata, Marito. Yo te invito".
Y ahí estábamos, caminando por la oscura Quebrada de Armendáriz, por la ancha avenida Grau, al encuentro de una película que para colmo era mexicana y se llamaba "Madre y amante".
-Lo terrible de ser divorciada no es que todos los hombres se crean en la obligación de proponerte cosas -me informaba la tía Julia-. Sino que por ser una divorciada piensan que ya no hay necesidad de romanticismo. No te enamoran, no te dicen galanterías finas, te proponen la cosa de buenas a primeras con la mayor vulgaridad. A mí me lleva la trampa. Para eso, en vez de que me saquen a bailar, prefiero venir al cine contigo.
Le dije que muchas gracias por lo que me tocaba.
-Son tan estúpidos que creen que toda divorciada es una mujer de la calle -siguió, sin darse por enterada-. Y, además, sólo piensan en hacer cosas. Cuando lo bonito no es eso, sino enamorarse, ¿no es cierto?
Yo le expliqué que el amor no existía, que era una invención de un italiano llamado Petrarca y de los trovadores provenzales. Que eso que las gentes creían un cristalino manar de la emoción, una pura efusión del sentimiento era el deseo instintivo de los gatos en celo disimulado detrás de las palabras bellas y los mitos de la literatura. No creía en nada de eso, pero quería hacerme el interesante. Mi teoría erótico- biológica, por lo demás, dejó a la tía Julia bastante incrédula: ¿creía yo de veras esa idiotez?
-Estoy contra el matrimonio -le dije, con el aire más pedante que pude-. Soy partidario de lo que llaman el amor libre, pero que, si fuéramos honestos, deberíamos llamar, simplemente, la cópula libre."
-¿Cópula quiere decir hacer cosas? -se rió. Pero al instante puso una cara decepcionada:- En mi tiempo, los muchachos escribían acrósticos, mandaban flores a las chicas, necesitaban semanas para atreverse a darles un beso. Qué porquería se ha vuelto el amor entre los mocosos de ahora, Marito.
martes, 5 de octubre de 2010
El voto femenino
La tenacidad de la diputada Clara Campoamor fue decisiva para rebatir a quienes pretendían retrasar el reconocimiento del voto femenino "hasta que las mujeres dejaran de ser retrógradas" (Álvarez Buyita, Rico); "hasta que transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y la educación" (Kent) o indefinidamente, "porque las mujeres son histéricas por naturaleza" (Novoa Santos); y a quienes proponían excluirlo de la Constitución para poder negarlo si las mujeres no votaban de acuerdo con el gobierno (Guerra del Río) o reducirlo a las mayores de 45 años "porque antes la mujer tiene reducida la voluntad y la inteligencia" (Ayuso). Las otras dos únicas diputadas, Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, y Margarita Nelken, del PSOE, también feministas, consideraban inoportuno el reconocimiento del voto femenino y no lo apoyaron.
El 1 octubre de 2010 celebramos, por tanto, setenta y nueve años desde que la diputada Campoamor consiguió que las Cortes de la II República aprobasen el derecho al voto para todas las españolas, en igualdad con los hombres por primera vez en la Historia.
Al conmemorar la obtención del derecho al sufragio, celebramos también a Clara Campoamor escritora, feminista y líder política sólida e incansable, de extraordinaria visión política, para quien los derechos de las mujeres eran un principio político irrenunciable, por encima de los intereses de los partidos políticos, incluido el suyo, lo que pagó con la marginación, la ridiculización y el ostracismo.Hace 29 años, en octubre de 1981, las feministas se movilizaron para recuperar y reivindicar una figura que era totalmente desconocida para los españoles después de la dictadura. El trabajo de las investigadoras sobre su obra y su figura política, sobre el significado histórico y político del sufragio en la II República, la edición de sus obras y los muchos actos de homenaje que se han venido haciendo desde entonces han sido fundamentales en la recuperación de la memoria histórica de las mujeres.